Arte Rolero
Jugar a rol puede ser un simple hobbie o pasa-tiempos, esa dinámica narrativa que estás empezando a explorar o esa parte de tu vida que se ha vuelto tan elemental que el número de sesiones por semana es mayor que la cantidad de glóbulos blancos que corren por tu torrente sanguíneo. Pero lo cierto es que además de ser un mero fenómeno de entretenimiento hay una constante discusión de si el rol es más que una actividad lúdica, de si es, o puede llegar a ser, un tipo de arte o no.
Desde hace ya bastante tiempo existen posturas en ambos bandos: quienes defienden que merece su silla en la mesa de las bellas artes (o, cuando menos, que se le considere una subcategoría de la literatura y/o el teatro) y quienes proclaman que nombrar a los juegos de rol dentro de tal categoría no es más que un acto que refleja la constante vanidad del ser humano y su necesidad de engrandecer cualesquiera que sean sus acciones y que, en realidad, no hace falta añadir al rol en un estandarte o decorarlo para que simule ser algo más de lo que es: una forma de jugar.
Pero no es mi intención en este momento abordar esta discución; en primera instancia porque no me apetece hacerlo (por el momento (quizás lo llegue a abordar en algún momento (o quizás no))) y en segunda porque puedes encontrar una buena reflexión al respecto a cargo de la elocuente voz de Sirio Sesenra (¿Pueden ser los juegos de rol un arte? ).
Mi intención en este artículo más bien es explorar un poco de cómo el rol puede ser una vía o excusa que propicie la generación de medios artísticos. Esto generalmente se facilita gracias a dos factores: el universo en sí y le personaje.
El primero de estos resulta ser, al menos en una opinión personal, el que más constantemente se ve reflejado en medios de expresión artística: no nos es ajena la influencia que el rol puede tener en medios artísticos como son canciones, películas, series o libros inspirados en ambientaciones o campañas de rol.
Sin embargo tener a le personaje como punto de partida es algo quizás un poco menos común, o al menos más difícil de presumir como motivo. ¿Por qué? Simplemente porque si tenemos una obra que aborda ya un universo y ambientación, este implicará casi por defecto personajes que habiten dicho universo, lo que nos lleva a cuestionarnos cuál fue el orígen que inspiró la obra, ¿Qué fue primero, le personaje o el universo narrativo?.
Si bien es complicado dibujar un método de ingeniría inversa que nos permita conocer la respuesta a este cuestionamiento, lo cierto es que ambas partes estarán siempre impregnadas de la influencia de la otra: el mundo se moldea por les personajes y les personajes reflejan el mundo interiorizado en su individualidad.
Es este último punto el que quizás me llama más la atención para este propósito, pues un mundo interesante puede terminar inerte sin una dinámica igualmente interesante de les personajes, pero, por otro lado, sea el mundo interesante o no, la narrativa siempre se puede tornar llamativa desde los ojos de quien la vive. Y es que es de esperarse, como seres humanos expectamos ante el drama de la historia humana; la arquitectura en sí es fascinante, sí, pero esta se torna brillante (o existente, para empezar) sólo ante su vinculación con las historias que en ella fueron tejidas.
¿A qué voy con todo esto? Jugar une personaje te brinda de una posibilidad enorme al facilitar el colocarte por algunas horas a la semana en los zapatos de alguien más, bajo la piel de alguien más. Te invito a tomar un minuto para pensar en todo lo que has vivido como ser humano, todo lo que has sentido, todas las personas que has conocido, amado u odiado, todo lo que dolió o lo que te hizo cosquillas, todo lo que te molestó o que te recordó un momento específico de la infancia, trata de tomar todo eso… es difícil, ¿no?
Tan sólo intentar sintetizar todo lo que has vivido en los últimos días puede ser una tarea monumental… Bien, ahora trata de imaginarte todo lo que no has vivido y que pudo haber vivido esa bruja del siglo XV que se aventuró con su amigo paladín a explorar las montañas de la muerte.
Cada que roleas a une personaje puedes explorar un sin fin de puntos de vista, emociones, pensamientos y vinculos que, al final, son la más bella y pura materia prima de cualquier obra artística: la experiencia humana (o élfica, no importa, la experiencia del vivir). Lo cierto es que, talvez sea una opinión muy arraigada al corazón de esta jugadora method actress, pero aún hoy me cuesta asimilar la idea de jugar a rol sin disponerse de caer voluntaria o involuntariamente en las profundidades de la psique y las pasiones de tu personaje (digo, cada quien que juegue como quiere).
Ahora bien, si eres alguien que además de jugar a rol también disfrutas de explorar algún medio artístico, déjame decirte que has encontrado un santo grial, o quizás una piedra filosofal sea más adecuado. Si el arte usa la experiencia de vida como materia prima y el rol te brinda la posibilidad de crear experiencia de vida en inifitas posibilidades, bueno… basta un poco de matemáticas… tienes acceso a una fuente interminable de inspiración para tu arte, sólo ponte bajo la piel de ese personaje y si quieres usa tus dados.
Así me pasó con Nicole , una chica que rolée en una campaña de terror y que formaba parte de un grupo de investigaciones paranormales. Nicole era aficionada a la poesía y fue gracias a esto que en algún momento me plantée el escribir un poco de lo que ella escribiría, a través de lo que ella sentía, vivía y pensaba en las calles abandonadas de ese pueblo maldito. Fue tal mi gusto y sorpresa por lo encontrado en este experimento que me motivó a seguir explorando un poco más a través de otros personajes.
Además, este tipo de resultados pueden sumar de enorme riqueza y profunidad a la mesa si te animas a compartirla; hará que el mundo se sienta más vivo y que les personajes se sientan aún más auténticos e interesantes.
No importa si le has dedicado mucho o poco tiempo a una forma de expresión, no importa si consideras que no es algo en lo que destaques, al final es asunto de practicar, explorar y disfrutar. Tratar de expresarte mediante la voz, danza o pincel de alguien más, de alguien que personificas, puede ser una herramienta valiosísima para encontrar expresiones que no conocías o, quién sabe, encontrar un poco más de ti.